Entre procacidades y barbaridades, que
seguramente debieron escandalizar a bastantes lectores en el momento de su
publicación, entre surrealismo y nihilismo, y descarnadas descripciones de una
supervivencia aventurera e insatisfecha, discurre esta obra emblemática de
Henry Miller que inadvertidamente ha permanecido en mis estanterías durante varias
décadas y que por ello nunca había leído hasta ahora que las páginas de su
modesta edición ya van comidas de amarillo y del insidioso moho típico de la
playa.
Célebre y exagerada, quizá el paso del
tiempo haya mermado parcialmente el discutible mérito de la fiereza que al
principio exhibió (perdónenme los exégetas, los "entendidos", los
implacables) y que tampoco sostengo que sea su única ni mejor cualidad.
No "llegar a tiempo" a según
qué cosas, es otra de las maneras de perder, ese infinitivo que tan a menudo
sabemos administrar los malos jugadores.
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