La manta XXXL de la que está tirando Correa, va a dejar con el culo al aire (más) a numerosos y encumbrados personajes, ávidos de un enriquecimiento desmedido, delincuente y depredador, muy en contraposición con las posturas que, desde púlpitos hipócritas, nos predican los "próceres", los poderosos directores de la maltratada orquesta española.
Por un lado, al estilo de Sansón, Don Paco se va a derrumbar con el templo y los filisteos, a cambio de que le reduzcan algo el chaparrón de años que seguramente le espera en la cárcel. A eso le han dado en llamar arrepentimiento y colaboración con la Justicia; sólo que tiene anchos ribetes de traición y mezquino chivatazo entre mafiosos, cosa que por supuesto no es inédita.
Por otro lado, su relato intenta sonar a negocios normales que cualquier empresario podría hacer, a transacciones comerciales donde se ventilan acuerdos, comisiones y gastos, hábito y procedimientos corrientes en lo privado aunque imperdonables en lo público. Y de paso disculpa a sus empleados y ayudantes que solamente obedecían sus indicaciones. Esta parte suena amable por más que la obediencia debida no suele tomarse muy en cuenta como atenuante útil: ¿es imposible que los actores secundarios estuviesen más o menos "untados"?
Ya se verá lo que dicen los jueces, dentro de su parsimonia característica y sus inquietantes "independencias".
Las salpicaduras de la causa, gordísima, con mucha gente a retortero, datan de años atrás. Quedan más. Y desde luego constituyen una descomunal vergüenza que pone en entredicho las supuestas "bondades" y "controles" del sistema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario