Me cuentas que has pasado de leer a Savater, a leer a Montaigne y que, por recomendación (a través de los siglos) de éste último, has dado en las Cartas de Séneca.
No digo yo que sea éste el tiempo de tan variados e insólitos menesteres, aunque una cosa afirmas que se desprende de tales exploraciones literarias: lo poco -- lo nada -- que nuestras emociones, pasiones, traiciones y demás vericuetos de la condición humana han cambiado.
No me pilla de sorpresa; antes bien, podría decirse que en nuestra conciencia siempre resuenan esos timbres y que la cuestión no tiene visos de mejorar "blue horizon" adelante.
Del mío presente, nada muy alentador puedo referirte. Sino que los hados me ponen a prueba y si no doy en un completo Robinson Crusoe, será por una distracción o cualquier fruslería equivalente.
Y que en mi "tele" de cateto -- gran pantalla, "oyes" --, he podido revisionar, que dicen los entendidos, "Alien, el octavo pasajero", la otra noche. Un ejemplo de vigencia y de magistral influencia sobre innumerables cintas que después se han nutrido de sus enseñanzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario