Con
un rumor que recorre cada dependencia de esa nave, la tripulación obedece la
orden que el Comandante acaba de dar para que emerjan cautelosamente – y apenas
asomando el periscopio – de las profundas aguas en las que sin descanso navegan
y se debaten desde hace semanas.
No
creen que la guerra haya terminado: muy al contrario se temen, por la
experiencia, que no. Y se encuentran:
A
las mismas locas y a las otras, reinando en los tronos frívolos, cutres o
cursis, de la televisión.
A
los mercaderes innobles de la mentira, acumuladores o usurpadores de los
bienes, de la riqueza del mundo, infiltrando sus interesadas bajezas en las
mentes de los pueblos manipulados, saqueados, explotados, invadidos o invasores,
a los que azuzan con frecuencia, unos contra otros.
A
los teatrales traficantes de la solidaridad, bien o mal entendida, bien o mal
programada.
A
los cínicos hipócritas del falso “derecho a decidir” (¿el qué y sin contar con
quiénes?), con su cansina fábrica de embaucadores embustes, de disolventes
teorías maquilladas de heroica y heráldica pureza.
A
los…
– ¡Inmersión!
(Cuando
estás navegando entre dos o más aguas, cuánto más se notan el oropel, las trampas,
la interminable y agotadora “feria” de arriba, de afuera; cómo es verdad que la
cosa siempre va, e irá, de “sálvese el
que pueda”.)
– ¿Metáfora
o parábola?
– Lo
que más guste a Vuesas Mercedes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario