y algún que otro complejo de
inferioridad, con los que andan tarados tus numerosos detractores, no les permiten
comprender que igual que no te mereces una preeminencia, por ser heredada,
tampoco eres culpable de tu nacimiento.
Yo, al cabo de este primer año, te sigo
viendo discreto y descafeinado. Como procurando no hacer cosas con las que
ganarte enemistades, cumpliendo y soñando con que este gallinero tendrá
arreglo.
No me termina de satisfacer tu estilo,
puede que por acorde con esta devaluada época, pero no se me ocurriría, desde
luego, la mofa del hortera ese que, agazapado bajo las leyes del Reino de España
(a las que precisamente debe ventajas, cargo y sueldo), las incumple con sus
insolentes ordinarieces y sus casposos gestos burlones.
Acaso entiendes como responsabilidad
tuya, y te honraría, cargar con el fardo impresentable de la mala educación de
los energúmenos que te abuchean y te escarnecen.
Porque teniendo, como tienes, tus niñas
rubias y guapas, tu asturiana que, aunque no sea de sangre azul, te da un buen
avío, y tu dinero disponible, yo me largaría de aquí incluso antes de que la
horda se permitiese presumir de echarme, y dejaría que, aun pagando justos por
pecadores, todo este desagradecido y cerril cotarro se fuera al carajo, ya que
es lo que quiere la chusma y lo que consienten con su inactiva y mísera apatía muchos
de los demás.
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