Aunque seas cristiano de nacimiento,
católico de corazón, incluso cofrade por afición espontánea…
Como se te ocurra ponerte en una
procesión de Semana Santa, Corpus, etc., te lo van a tomar muy a mal, porque
eres alcalde, concejal, o lo que seas, de todos, del pueblo soberano y
esperpéntico, o sea que también de los musulmanes, los budistas, los ateos, los
rojos, que es casi lo mismo, y así sucesivamente.
Y en ese rollo tan moderno que son las
redes sociales, seguro que alguien va a clamar por esa barbarie tan antigua que
es el empalamiento: el tuyo.
Y ahora, ¿qué tipo de linchamiento, de
sádica y contundente tortura deberán reservarte si en público osaras
manifestarte aficionado, forofo del Betis, por ejemplo, o de Miguel Bosé?
Porque ese definido y concreto
favoritismo, esa fervorosa adscripción, ese tomar parte, no dejará de ofender a
los siempre asilvestrados aficionados de los otros equipos, a los conmovidos “fans”
de otros conspicuos y melifluos cantores.
Más interrogantes me desvelan, más dudas
me afligen: si te da por el tenis, ¿se dolerán los que prefieren la danza
clásica, el parchís? Si proclamares, a despecho de tu alto y absorbente
cometido político, de tu compromiso global, e incluso con modosa discreción, tu
activo gusto por la sevillana feria de abril, esa juerga tan andaluza, ¿se
encabronarán, cosa fácil en ellos, los separatistas catalanes, los rudos y
raciales levantadores de piedras de las provincias vascongadas?
Yo que tú, iría dimitiendo de urgencia.
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