lunes, 22 de junio de 2015

Compromiso dominical



La muy cabrona es una seductora invencible. Bien lo sé yo, que fui su primera víctima, incluso cuando todavía usaba aquel color levemente “choni”, antes de que, como Pigmalion, me encargara de educarla y atemperarla, como el clavecín de Juan Sebastián, dándole criterios y afinación, acercándola con mano izquierda, amorosa y pedagógica, a la delicadeza que correspondería a una viola da gamba, o a otro instrumento tan mágico como en desuso.
Y este domingo, no tuve escapatoria: 
– Ni se te ocurra. ¿Pensar que omitiremos, displicentes, nuestra asistencia a la convocatoria del Puerto de Santa María? 
(A veces elabora discursos rigurosos, o se pone a lucir vocabulario y adjetivos. No puedo con ella.) 
– Esa convocatoria es de las Harleys; y tú no lo eres.
– Lo sé. Y por eso, por el contraste y la diferente personalidad, por la estética, se les cae la baba, un poco hastiados ya, aunque no quieran reconocerlo, de sus chicas negras.
– Cuidado. Seguro que salta algún histérico de la corrección política, achacando racismo a tus palabras.
– Para nada. Y no me cambies de conversación; tienes que llevarme. 
Fuimos. Tiene razón: todos se daban la vuelta para mirarla/admirarla. ¡Será diva!
Al regreso, nos esperaba en casa José Cuervo que, para celebrar el éxito, vestía una etiqueta de 7 medallas doradas en relieve y el irónico “reposado”.
Como si no nos conociéramos.

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