Como avisado por un instinto, algo me transmitía ya tu
manera de cantar, con un punto de guasa, el Garrotín, allá por los tiempos de
mi marinería en Cádiz.
Luego, muy de lejos y muy de vez en cuando, pero era fijo
que tu elegancia antigua, tu tono de voz corta pero mandando todo el río de la sensibilidad,
del arte, todo lo que nos dejabas caer, poeta, con tan intensas palabras, la
belleza y la gloria del sentimiento ensimismado…
Qué hermosura verte, abrazado a tu guitarra, casi
vertical, el mástil, la barba ancestral de profeta o de jerarca del Sanedrín…
las sabias manos.
La emoción siempre, ligera o doliente que fuese.
Una cita que tuve contigo no llegó a puerto.
Me da coraje y pena, mezclados, me hace daño este
tránsito tuyo demasiado pronto, joder.
Voy a seguir admirándote lo que me quede de cuerda, Manuel.
Y sí, muchos hoy no te hacemos caso: lloramos.
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