agua o piedras lleva. Es lo que tienen
los refranes, date cuenta.
Y claro que siempre hay que mantener
(faltaría más, en “este país” que tan escrupuloso se ha vuelto para según qué)
la presunción de inocencia. Y que la investigación en curso, y las conclusiones
posteriores que emita el tribunal de turno, y luego, si cupieren, los recursos,
los trámites… todo eso.
Al final, cuando el asunto quede claro,
o por lo menos judicialmente resuelto, lo más asombroso habrá sido haberte
visto tantas veces estos años pontificando con el rigor ético, las exigencias
doctrinales de 100 o más ya años de “honradez”, la desenvoltura de sagaz y
suelto tertuliano, incluso en Intereconomía, vaya, todo un paladín del más
virtuoso pensamiento progre, para venir a enterarnos después de que la
tentación puede que también pueda contigo y, volvemos a los refranes, una cosa
es predicar y otra, dar trigo, Ramoncín, Ramón solo, rey del pollo frito.
Alternativamente me irrita y me deprime
el tufo de canallería que viene saliendo de la SGAE, cuya función, cuyo destino
debieron ser solamente la alta decencia, el limpio hacer y el arte, en vez de
este carrusel de “luminarias” a las que, por lo visto, la noche confunde.
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