Las ganas de guasa del barrio, y el “ocurrente”
atrevimiento o, si lo prefieres, el desparpajo, que es un semitono más suave,
no te creas que son garantía de casi nada. Ni tampoco valor añadido.
Supongo que asumimos, como algo inevitable, que nuestro
tiempo, nuestra generación y sus vivencias, sus modas incluso, tienen que ver más
de lo deseable en la cosa que, de uno en uno, somos.
La pega es que recorremos tiempos de decadencia: medios
de información/difusión ramplones y masificados, planes de estudio de la
señorita Pepis, referencias bastardas y enanas, materiales sintéticos por
doquier, luminotecnia y efectos tecnológicos apabullantes aunque meollo pobre y
más cacareo que consistencia…
Talla escasa, colores tirando a gris aburrimiento y, eso
sí, determinantes métodos de encubierto lavado de cerebro, y del peor, de ese
que disimula para procurar embaucarnos más a fondo.
Producto de eso, y aun con los títulos académicos de los
que dispongas (aunque ahora se expenden/expiden algo plastificados, como las
fotos de las comidas para “guiris” en las cafeterías más turísticas), no termino
de creerte porque he vivido, escuchado, atendido mucho y se te escapa un
tufillo de chalán barato, nada nuevo, un dejo de casi tampoco tuerto en país de
frecuentes ciegos, de flautista de Hamelín, que no sé si lleva acento, y que
hay que armar en casa, como dicen de los “muebles” de Ikea…
Para rebeldes, y a su modo, prefiero a Valle Inclán, a
Larra, incluso a James Dean, antes que a un aprendiz de brujo colgado con las
series de televisión que, por lo visto, son su faro y su más alta preferencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario