que con tal parsimonia hemos venido aplazando, quiero yo
que, tomados de la mano, demos juntos los pasos que soñé en mis esperanzadas
fantasías.
Como un rito sagrado te propondré el acercamiento, la
gozosa pérdida de estas nieblas postreras de nuestra vergüenza; el tacto
inagotable.
Una nomenclatura secreta, pícara y tierna a la vez,
para designar los íntimos regalos que nos tenemos
destinados, tú y yo;
para realizar, aunque venga a ser posible sólo en nuestro
ahora, aquella decisión que nunca nos atrevimos a tomar:
la de haber comenzado estas caricias, ya cuando éramos
niños.
Si me
quieres, aquí estoy, Vanesa dixit.
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