viernes, 6 de marzo de 2015

Kingsman: servicio secreto



Sin renunciar a los simbolismos clásicos y a los ingredientes que caracterizan a este género de películas, la de ahora subraya algunos tintes de parodia y algunos asomos de humor, logra cotas de espectacularidad, de dinamismo, y resulta un entretenimiento de considerable brillantez, compatible con su deliberado empeño de quedar muy en panoplia british.
La cosa son los estereotipos y así. En ese terreno, los súbditos de la majestad graciosa esa tienen una habilidad innegable para exponer los paradigmas de la casa (de la suya), en los cuales suelen combinarse cierto estilo y cierta elegancia con un aire de sugerida superioridad casi creíble y siempre menos “gloriosa” que la de sus eternos y displicentes, despectivos rivales del otro lado del mar, según cruza Ud. el Canal de la Mancha.
Torneos de pavos reales en los que el resto de Europa pinta poco, si el arte de Italia tiende a vaporoso, el plomo de la seriedad alemana es lo que es y los españoles siempre andamos en nuestro crisol feroz de de autodestrucción y enconos, hasta el punto de que casi no se notan los brumosos y ambiguos países restantes, claro que esto son ganas de simplificar, pero no sé si me entienden.
“Kingsman” está bastante impregnada del barniz que señalamos y, aunque decaiga algo en sus postreros lances, se deja ver, sobre todo si Ud. es cinéfilo de “buen saque”, hace un viento de levante más que mediano y ya ha pasado por la farmacia para renovar las existencias periódicas y domésticas de Atacand y Simvastatina.    

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