Por desidia y por cansancio, por inercia seguidista,
incluso por contagio de moda estúpida, se les ha consentido arremeter contra la
gramática.
Tiempo funesto de elecciones, que se avecina, ahora
arreciará la cansina letanía de “los ciudadanos y las ciudadanas, los
compañeros y las compañeras, el candidato y la candidata”, etc. que ha ido
arraigando en las mentes débiles (que son de lo que más hay) y que se ejerce
como una bandera agitada por el desvarío rencoroso y la histeria paranoica de los
sexISMOS (¡cómo no!) correspondientes, disfrazados y “disfrazadas” de
corrección política y ahítos de melindre progre.
Sólo que pasa que esto tropieza con un inconveniente, con
un obstáculo insalvable: los idiomas, el lenguaje, son producto, son resultado
de la inteligencia, de la cultura, de la evolución, de cosas extraordinarias,
de estructuras que ya han ido colocando las cosas en el sitio que mejor quedan,
pese a los ateos y a los trogloditas subversivos y a otros salvajes
vocacionales.
Así que el emperre* y las burricies** tienen un tope y,
salvo que la especie humana (¿el “especio humano”?) regrese por completo a los
gruñidos y los bufidos, hasta las palabras, en gramática, tienen género y
número y concordancias y declinaciones y cientos de verdades estupendas e
irrenunciables, irreversibles, gracias a Dios.
De momento, va faltando educación y sobran gamberradas; y
hay mucha sobredosis de pancartas manifestantes, y de becarios en las
redacciones, que no parecen llevarse bien con la prosodia, la sintaxis y la
ortografía.
* Masculino singular.
** Femenino plural.
¡Cuánta soberbia, ira, palabrería y pesadez para tanta LIMITACIÓN!
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