Ya hemos llegado a esa “varita mágica” que prolonga la
parca longitud de nuestro brazo, que suple la mengua, la deficiencia con la que
el Creador nos diseñó y que tanto nos quitaba el sueño, frustrando nuestras
ansias crecientes, exigentes, urgentes de que fuera mayor el alcance de esas
autofotografías con el “móvil” que las prisas y simplificaciones
seudofuncionales de nuestros bastardos días llaman “selfis”.
Hemos llegado también, no contentos con Enrique Iglesias,
a One Direction, Auryn y Gemeliers.
Y por supuesto a la compulsión, a la pandemia subnormal
del “guasa”, cuyas ortografías están desparramadas y sujetas a interpretaciones
y mudanzas tan múltiples como banales.
“Arfonso”, cuando era espeso y avinagrado/mal encarado
aspirante al poder absoluto, cuando profetizaba sardónico que a España no la
iba a reconocer ni la madre que la había parido, era apenas, ahora queda claro,
un vidente de la señorita Pepis, un apocalíptico de cartulina y falso oropel
socialistO, un indocumentado futurólogo, escaso de imaginación y vuelos.
Que no nos mande Dios todo lo que podemos “desoportar”,
porque nuestro reino no es de este mundo.
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