¡Esos balbuceos, indecisiones, titubeos, pausas previas
en un hombre tan felizmente nacido para expresarse bien, tan bien que rara vez
sobrepasaste la moderación, suavemente irónica o crítica que fuese, pero
siempre analgésicamente bañada en arte y poesía, siempre manteniendo una cierta
cuota de ese seny tan vuestro, un
estilo modoso que no podía por menos que seducir a tantos y, sobre todo, a
tantas!
Y es que la Campos, desde su acreditada intrepidez
periodística, desde su enfoque general de vespertina mesa de camilla, tampoco
iba a esquivar del todo la pregunta, el tema candente. Y ahí, admirado maestro,
es difícil (para un artista internacional, multitudinario, veterano y
condecorado con mérito indiscutible por todos los plácemes, elogios y
ovaciones) “mojarse” de modo activo, inequívoco, comprometedor: ni siquiera la
edad que, a ti más que a mí, ya lleva tiempo acercándonos, conduciéndonos a la
“adecuada” templanza, te iba a dar para algo que sonara beligerante. Ni, lo
concedo, obligación tienes; y cierto es que otrora diste la cara cuando te
plugo.
Pero la otra tarde te costaba arrancar. Y al final, entre
sutiles paños calientes, velas a Dios y al diablo, pero porque tus más paisanos no te lo iban a perdonar
en mitad del avispero que han provocado, saliste con aquello de que una parte (¿y qué pasa con el todo?), un sector,
un porcentaje de la ciudadanía está expresando (añado yo que después de mucho
ser adoctrinada y azuzada) sentimientos y aspiraciones que el Gobierno debe
tener en cuenta. Con las palabras que sean, “oyes”, lo de siempre: un vecino
del bloque la lía parda y luego el resto debe hacer encaje de bolillos para,
mientras se procura restablecer el equilibrio, sosegarlo, complacerlo,
integrarlo, “untarlo”, si a mano viene, etc., y los demás que, con mansedumbre
y paciencia, se amolden al abuso y se jodan.
Ya me imagino lo que harían vuestros talibanes si un día
les salieran respondonas y discrepantes Tarrasa o Cambrils.
En fin, puede que los artistas no estemos en el planeta
para según qué cosas.
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