Que suena a título de una fábula de Samaniego.
Hoy es un día para alegrarse de que exista Antena3; sin
ella, quizás no podríamos vivir, experimentar este regocijo mezclado con
estupor, esta amalgama insuperable de asombro e hilaridad.
Se ha dicho a menudo, y con motivo, que la realidad
supera a la ficción; y cierto que esta cuestión de hoy es tan desaforada como
los clásicos delirios literarios de, por ejemplo, García Márquez.
Adelina y Pujol no son Angelina y Brad. Descolorida queda
la celebérrima pareja del cine al lado de estos dos pintorescos y surrealistas
abuelos, y muy diferentes las respectivas relaciones, claro.
El primer fulgor de la fantasía sobreviene cuando la
vidente recibe a la intrépida entrevistadora tapándose un ojo, seguramente para
moderar el exceso de las facultades prodigiosas que éste desarrolla. Luego,
todo se precipita: la descripción de los tratamientos, las imágenes de santos,
vírgenes y cristos decorando el hábitat de Adelina, las maniobras del huevo, el
relato de los dos años en Barcelona, “patrocinados” por el ex-honorable, la
eliminación de aquellos famosos tics…
¿No presintió, no supo adivinar Adelina los gigantescos
manejos dinerarios? Es más, ¿los aconsejaba? ¿Fue tan discreta y celosa del
secreto profesional como los bancos con sus resortes y protecciones de datos?
Señora tan mayor, ¿se atrevería a inventar todo eso,
exponiéndose a quién sabe qué?
La trama frondosa de esa familia que hoy cosecha los
abucheos de los decepcionados, de los indignados, de los defraudados, crece en
proporciones y, por increíble que parezca, parece que todavía dará mucho de sí.
Y es que España siempre contó con gran tradición de
esperpentos, con señoras que “restauran” emborronando, con toda clase de
iniciativas extravagantes.
El Hipocampo, después de las reflexiones que publicó en
su blog recientemente (26 de julio y 15 de agosto del año en curso), llega a
esta tercera entrega al respecto y no pretende ser reiterativo.
El Hipocampo está solamente atónito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario