Si un político, en más de una ocasión, derrapa y se deja
caer con comentarios y frases de esas que lo hacen acreedor del frecuente
adjetivo machista, proferido con
notorio consenso, y en especial por miembros y “miembras” del equipo
adversario…
¿la mejor manera de reprobarlo y de reclamarle respeto,
de creer que se corregirá, es asomarse a los palcos del pleno y agitar las
mujeres la ropa interior, los sujetadores que antes se llamaban sostenes?
¿Son éstas la segunda división de Femen, sus discípulas
devaluadas?
¿Son de las que se quejan y ofenden porque la publicidad
utiliza modelos en ropa interior para vender automóviles, perfumes, etc?
A Jesulín lo aclamaban en sus más triunfales tardes, las
bragas ondeando al aire como jubilosos banderines.
Habrá que consultar a un psicólogo para que intente
explicarnos esa curiosa tendencia a manifestarse con el extraordinario y
vistoso argumento de la lencería. Hay ciertas dudas sobre su utilidad.
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