Se llame estafa, robo, fraude, malversación o como sea,
parece indudable que en la SGAE se ha cometido una faena tan gigantesca con el
dinero de los autores que nos faltan adjetivos.
Y no es verosímil que hayan sido decentes una gestión,
unos manejos que (entre logros de eficacia y modernización, por otra parte casi
inevitables al compás de los tiempos) han procurado a Eduardo “Teddy” Bautista
tan salvaje y vertiginoso enriquecimiento personal.
Dos o tres detalles, quizá tan menores como chocantes,
recuerdo ahora de su trayectoria: una pronunciación inglesa macarrónica, “extracto de pollo en lata”, que dio
para parodia legendaria; su ficción cuando en televisión aparentaba, entre
retorcidas poses teatrales, que interpretaba solos de guitarra que eran de
otros y de cuyo virtuosismo lo separaban profundas simas; sus gestos hieráticos
y su larguísimo rito conectando cables y pulsando botoncitos en el aparatoso
panel de un sintetizador que se trajo de por ahí (¿qué tal la aduana?) y con el
que postraba de admiración a los más pardillos, antes de una gala en la que no
pasaba de teclear una escasa docena de notas, mientras los instrumentistas de
primera que lo rodeaban hacían la versión, creo, de Las Cuatro Estaciones de
Vivaldi.
Habiendo participado de los vaivenes de la época heroica
de los grupos, conociendo a fondo los viajes y las furgonetas, lo vimos trepar
con hercúleo e implacable tesón hasta los despachos, los trajes finos y las
entrevistas y contactos al más altísimo nivel.
No obstante, como era del gremio, confiamos en él.
Que potenciara la SGAE, seguramente. Pero el objetivo
principal parece que fue muy otro. Habría que definir a la camarilla que sin
duda y necesariamente le sirvió de ayuda. Pero que alguien que estuvo en
nuestras mismas trincheras nos disparase desde atrás, no deja de ser una infame
felonía.
Y sí, tenemos unas leyes “de diseño”, muy progresistas,
que sacan de la cárcel a los asesinos, los violadores y los narcotraficantes;
que indultan con frecuencia a los inconcebibles financieros tramposos, etc.
¿Cómo no le iban a dar a Teddy la razón de los 26.000 euros mensuales que,
encima, parece que habremos de pagarle sus administrados del alma?
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