Ayer tarde, durante dos o tres horas, sentí una inédita
disfunción del músculo que nunca puede permitirse parar.
Figuro en un relevante rango entre los hipocondríacos y
los temerosísimos de los problemas de salud. Así que, fiado de la recomendación
que le escuché a Rafael Trabuchelli (en los estudios del antiguo Hispavox, a
primeros de los 70 del XX), respecto a las propiedades vasodilatadoras, más
vale que benéficas, que la malta escocesa incorpora, he concentrado mi ingesta
en ese líquido dorado intenso y estoy a verlas venir.
A la puesta de sol, mirando desde la terraza los celajes
sobre el mar, se mecía en el aire la pregunta de cuánto tiempo queda para
seguir empapándome de la hermosura del mundo y de la vida.
El viento y el silencio no responden.
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