sábado, 24 de mayo de 2014

Santificar el sábado



Tratadistas diversos, incluso caprichosos y senegaleses, han formulado diferentes teorías, con frecuencia fantasiosas, sobre los modos de santificar el sábado.
Recientemente ha llegado a mis manos, y a mis escarmentados ojos, un libro que enumera algunos de esos modos.
Dos de ellos llevo leídos. Uno plantea la posibilidad de dedicar ese día de la semana al siempre apasionante mundo del bricolaje, con sus cepillos para óxido y metal, sus pulverizadores antigrasa, de imprimación, de pintura metalizada especial para llantas y otras apasionantes aventuras de la imaginación.
El otro habla de una excursión motera por los predios del Sur, lo que me ha hecho suponer el origen geográfico y las aficiones favoritas del autor/proponente.
Acaso influido por esas lecturas, aunque de natural independiente y excéntrico, hoy presentí la inspiración histórica, y ya algo desvanecida por los avatares de los muchos calendarios transcurridos, y he celebrado las primeras tres horas de la mañana con el rito hermoso, la cadencia carnal y los vaivenes guapos, jubilosos, de… ¿cómo diría yo a Vuesas Mercedes?

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