El problema con el verdejo de Rueda y, no digamos, con
los Lambruscos o también con los blancos de la dulce tierra pontevedresa, etc.
(no intento agotar la lista), es que cuando te das cuenta, que no te la das,
andas trasegando ancho y hondo con una decisión resuelta como la que tendría un
abstemio al que, en pleno desierto (pueden servir los desiertos africanos o los
del salvaje oeste de América), le dieran una garrafa de fresca agua cristalina.
Bueno, puede que no sea un problema; porque conozco a un
pianista/pendolista leonés, hombre de pro, que creo me da la razón en este
asunto.
Y otro problema más grave es que ha bajado drásticamente de calidad con lo cual te arriesgas a tener un buen cabezón al día siguiente. Esta historia se repite preocupantemente. Un producto es de calidad a buen precio y cuando tiene éxito aparece la versión agonicotrilera y viene Paco con la rebaja.
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