Cercano a la Tacita de Plata
(denominación algo cursi pero mona), se alza junto al Océano Atlántico (¿ahí, cuál
otro podría ser ahí?) el llamado Palacio de la Seta.
Conspicuos investigadores y estudiosos
del hermetismo atribuyen su estilo modernista, pleno de símbolos y de belleza,
a un epígono de Gaudí que, alentado por algún prestigioso escritor y otro no
menos laureado pintor de hermosísimas y misteriosas mujeres, habría salido de
Cataluña para evitar la poderosa sombra del maestro, estableciéndose por el sur
andaluz en la segunda década del siglo XX.
De la labor, ardua y aún no bien
clasificada, del independizado discípulo, habría quedado entre otros vestigios
menores el mencionado palacio, de fantásticos volúmenes, estructura
considerablemente audaz, y no escaso tamaño. La vistosidad y variedad de los
materiales empleados, el colorido, las diferentes texturas y muy minuciosos
relieves hacen del Palacio de la Seta, armonioso y suntuoso al tiempo, destacado lugar de encuentro de numerosos
visitantes y cita obligada para los arquitectos de más nombradía, así como
espuela de la imaginación y deleite para la vista de cuantos acuden al lugar.
Según en qué jornadas, el interior del
edificio (del que, para no pecar de parciales, admitiremos que quizá incorpore
algo de sombría humedad) exhala un secreto aroma con dejos de moho que le confieren
peculiar carácter.
Se han dado casos de personas de fino
olfato que han llegado a identificar dicho olor en prendas de vestir que
viajaron a 700 Kms. de distancia, procedentes, las prendas, no los kilómetros,
del vestuario del primer dueño del palacio, señor de diversos títulos de
nobleza y personaje algo misántropo, dado a literaturas y a las más recias
añadas de los olorosos de la región.
De su curiosa y poco investigada
biografía, se señalan ciertas discretas querencias musicales y amatorias y, de su
figura, la prominente panza que, en sus años de madurez, le asemejaba en los
pausados desplazamientos al oso Balú, otros dicen que más a Yogui, sobre este
debate hay los más inverosímiles pronunciamientos, y en el Ateneo ya se han
producido altercados de significación entre los opuestos paladines de una y
otra comparación, quienes, con denuedo de enconados púgiles, argumentan sus
respectivos y encontrados pareceres.
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