Han pasado décadas desde el tiempo en que conseguir la
Neogynona (¿se escribía así?) sin receta implicaba una petición camuflada entre
la de otros diversos medicamentos que una farmacéutica comprensiva te vendía,
mientras fingía no darse cuenta de tus apurados nervios, de tus palabras
balbuceantes.
Y eso era porque tu chica de entonces ni se hubiera atrevido,
o eso dijo, a hacer dicha compra personalmente.
Cuando ya todo tipo de medidas anticonceptivas están disponibles
con absoluta comodidad, facilidad, puede que incluso gratuidad, ¿sería posible
que las amazonas del “nosotras decidimos” considerasen a cambio el “nosotras
prevenimos”?
Entre gritos y carreritas, por ahí andan sueltas las otras,
las alborotadoras del torso desvestido. Si las armas más inteligentes que
pueden lucir son las que hemos visto, habrá que recordar la versión “refinada”
que Alberto del Rosario (peluquero emblemático de los años 80, conocido en su
“entorno”, ahí lo llevas, como Charo de Andalucía) había formulado sobre el
dicho machista y popular: “tiran más dos
glándulas mamarias que dos tílburis”.
Hay supuestos respetables a tener en cuenta en relación
con el muy serio tema del aborto (violación, malformaciones, riesgo de la salud
y/o la vida). Pero a ese respeto no ayudarán las gamberradas.
Quizá tampoco ayuda arrojarle bragas al Cardenal ni
pintarse con el símbolo de la Cruz invertido, con lo que eso significa de
agravio deliberado al sentir cristiano. Por tibio que éste se haya vuelto en nuestra
sociedad “moerna” (fustigado por la rabiosa inquina de alguna progre con cargo
de ministro), hay gestos y provocaciones que pueden dar motivo y justificación,
incluso si discutible fuera, a reacciones de la ortodoxia que tanto nos
impresionan cuando tienen lugar en países de diferente religión.
Tirarle bragas al maestro de Ubrique tenía otra gracia,
otro romanticismo.
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