Chocantes tropezones, desajustes y destemplanzas asoman
desde tu órbita.
Tú dirás si el cambio de C por Z tiene justificación
razonable, origen cabal de lengua y tradición acreditadas, etimología en la que
sostenerse. O si, por el contrario, es antojo simple, rayano en melindre y
cursilería. Allá tú.
Lo que sí, es que gente que te conoce pondera tu
inteligencia, tu madura formación, incluso tu carácter (aunque “cuando yo te
digo que” esto último, lo del carácter, en ocasiones es un arma de doble filo…)
Pero bueno, por ahí, entonces, bien.
Lo peliagudo es que el papelón que, sin revólver en la
sien, decidiste hacer tuyo (tú sabrás por qué) no se representa sin más. La
Institución, por muy locos que queramos volvernos, no es moderna de suyo, ni
modernizable sin límite.
Así que si nos, y te, conviene, no sólo la Institución
habrá de modificarse en parte, que algo en ello puede que ya esté, sino que
deberemos amoldarnos todos, tú también; o casi más.
Parece que habrá que elegir entre la tendencia
independiente, autosuficiente y competitiva que tan femenina se ha vuelto a lo
largo del XX, etc. y la condición importante y eficiente, aunque algo
acompañante, que te toca en el sorteo. O conseguir que ambas maravillas sean
compatibles, virtuoso equilibrismo, prestidigitación finísima.
Eres lista y hasta de buen ver. ¿No te han dicho en casa
que molará que llegues a ser consecuente, incluso un pelín discreta, a tus
horas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario