Tracé fugaces ráfagas para comprobar, y salir huyendo
enseguida, la rutinaria vacuidad y la falsía de las declaraciones de costumbre:
Mariano, en Valladolid, prometiendo lo que quizá volverá a incumplir; Arturo,
con el manual de retórica reiterativa que sabemos, aunque con cierto brío que
el desganado Felipe no lograba contrarrestar por completo, azuzados ambos por
la guasita característica del Follonero, que tampoco estaba para tirar cohetes.
Deprimente.
Contra esa desvaída prosodia, me ha reconfortado la lectura
de la etiqueta siguiente:
“El
vino que contiene esta botella proviene de una antigua solera de oloroso y un
Moscatel Viejo, resultando de una mezcla espectacular. Color caoba intenso con
borde yodado. Nariz de buen volumen, frutos secos, caramelo de tofee, frutas
pasificadas y roble viejo. En boca es voluminoso, equilibrado, intenso,
elegante. En resumen, un vino a la altura de esta conmemoración”.
(Se refiere al homenaje que el Sanatorio hace a Antonio
García Gutiérrez, con esta especial edición del tradicional Viejo Arrumbaó, que
siempre todos hemos pronunciado Arrumbao y al que ahora llaman Cream.)
Vino seductor, ayer, día soleado, durante el paseo con la
“trike”.
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