Y a miles de kilómetros de los lugares y escenarios en
los que desplegaste tu arte admirable de actor magistral.
Tercer día (de la enésima racha abandonada y retomada, de
inseguros y lentos resultados) del propósito de caminar a diario, por lo menos
una hora, porque son agotadores los 103 kgs. y el colesterol alto y la
hipertensión, a pesar de los medicamentos diarios que desde hace seis años
procuran que el dique no se rompa y que la cosa no se vaya a tomar por saco
definitivamente.
Cuando, acalorado, estoy entrando de regreso por las
calles del barrio donde vivo, pienso en una especie de cuñado que está en
capilla para entrar al quirófano. No sé qué lío (temible, soy un aprensivo
máximo) de válvulas, después de que su corazón no superase bien una prueba
médica. (Prueba de fuerza o de esfuerzo o no sé qué coño.)
Y pienso en ti. De una u otra manera, esto se acaba.
Tus frustraciones, tus graves interrogantes, tu
insatisfacción, tu impaciencia, todo aquello a lo que tu inteligencia debió
darle vueltas durante años hasta este telón rápido del final, ¿han encontrado
las respuestas, el bálsamo que necesitamos? ¿Es verdad que la gente que quisiste,
y te precedieron en el tránsito, te esperaban, te acogieron?
Por aquí, de momento, seguimos, P. Seymour.
Este aficionado
cinéfilo que soy, se queda con ganas de aplaudir tus ya imposibles papeles
futuros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario