Como durante el siglo XX tuvimos que soportar la
insistente murga propagandística de que el comunismo era lo que molaba, tronco,
la inercia de tan gigantesco embuste todavía (¡qué paciencia, Señor!) extiende
su mancha, y lo que te rondaré, morena.
Así que no me llamó demasiado la atención ver, en un
expositor de un vestíbulo de la estación de Atocha, que venden fundas para esos
chivatos y cansinos cachiperres que llamamos teléfonos móviles con la efigie
machacona y falsamente heroica del Ché Guevara, sí, sí, ésa que Uds. están
pensando. Y eché de menos que no hubiese otra funda con un retrato del
Caudillo, sí, sí, ése que Uds. están pensando. Total, ambos palmaron con sendos
palmarés de cadáveres en sus respectivas cuentas.
Pero ocurre que cuando se cuentan las cosas sin pringarse
mucho en el sesgo tendencioso y ruín, en el pensamiento progre, único y
“revenío”, es fácil escuchar el aullido de los ignorantes, de los hipócritas y
de los ofuscados, de los interesados, de los reptilinos/reptilianos, de los que
siguen repitiendo, sí, sí, eso que Uds. saben, porque la mala uva y el
negociete suelen ir de la mano, vaya por Dios.
En el fondo, no hay nada como una buena ciclogénesis,
Señor, Señor, no se te ocurra llevarnos pronto, que en el fondo nos va la
marcha. Salimos a la Almendrita.
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