La costumbre ya acreditada de años en que, contra la
tradición, las instituciones encargan el cumplimiento de determinados servicios
a empresas particulares, no ha redundado, ya lo temíamos, en mejor atención al
ciudadano. Uno que otro ejemplo.
Cuando se vio claro que – por impotencia o falta de
medios, vaya excusa – no había intención suficiente de mantener la seguridad
ciudadana (es decir, el control de los delincuentes y la prevención eficaz de
los delitos), se dio rienda suelta a la contratación de vigilantes jurados en
bancos, centros públicos, urbanizaciones y así, que ya fue llamativa salida:
pagar guardias alternativos y privados después de sostener a la policía,
guardia civil, municipal, etc. parece suculento e impropio despilfarro.
En la misma o similar línea, el personal está más que
harto de las huelgas, cuando no la inoperancia o la negligencia, de los
servicios de recogida de basuras: como el tema se ha “resuelto” con contratas,
en caso de conflicto económico/laboral (que ya se han vuelto endémicos) no hay
forma de obligar al cumplimiento de lo pactado. Eso sí, el funcionamiento deja
escandalosamente que desear pero las tasas correspondientes han ido subiendo
con sostenido y espectacular descaro. La guinda fue la ordenanza de que, so
pretextos ecológicos, el contribuyente, además de pagar lo que arbitrariamente
se le manda, colabore por el morro y sin contrapartida a la separación de
residuos, rentable en todo caso sólo para el gremio de recicladores
profesionales.
Hay más asuntos, y todos tienen un sospechoso trasfondo
que atufa a comisiones. Conque no es raro que se piense que la frescura de
nuestros pastores no tiene límite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario