Habibi.
La primera noticia que tuve de él me la proporcionó
Budaudi, a quien conocí durante el servicio militar, entonces obligatorio, que
nos hizo coincidir en el Cuartel de Instrucción de Marinería de San Fernando,
Cádiz.
Me habló entonces de Habibi, remoto pariente suyo y
emprendedor comerciante, de antiquísima familia nómada que, siglos atrás, se
estableció en la antigua Constantinopla para luego ocupar de forma continuada
espacios en el Gran Bazar que fundara Mehmed II, y que originaron (orfebrería,
alfombras) una dilatada y duradera fortuna.
Descendiente cosmopolita y lejanísimo de aquella
acreditada gente (que, lo que ahora parece increíble, conoció las dunas implacables
al sol de los desiertos, en sus caravanas viajeras, y las estrellas
innumerables de sus noches de ensueño), Habibi lleva varios años instalado en
España, donde es propietario de una “boutique” de extraordinario éxito que
cuenta con dos sucursales, en Ibiza y Torremolinos respectivamente, especializadas
en la venta de “burkas” de diseño, prendas masivamente solicitadas por
lugareñas y visitantes internacionales.
A través del “Internete”, Habibi, conocedor de mi
coincidencia antañona con Budaudi, amablemente me ha informado del nombre que
recibe la pañoleta palestina que cité, pocos días atrás: Al – Hatta o Kefia.
También ha causado mi asombro saber que unos primos suyos
de igual nombre, Habibis, regentan un taller de mecánica y electricidad del
automóvil en una ciudad cercana a Madrid.
Habibi, qué moro tan “salao”, decían, creo, las huestes
ilustres de Joaquín, ínclito músico y sagaz maestro del sonido.
Curioso verse reflejado en una anécdota de hace 50 años. Un saludo a quien la dejara plasmada.
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