Verde tranquilo, el mar.
Con su orla de espuma, emitiendo en lentas blancas con
puntillo un esbozo de música que parece un rumor. O al revés.
Lejos, hay un punto de luz: alguien que pesca en estas
horas calmas en las que el día irá llegando de a poco.
Así es mejor. Una jornada a salvo (ya me la estropearán)
de cualquier cosa que suponga lucha, debate, tensión, a salvo aquí en el sillón
favorito del porche, vecino del pequeño jardín. (Las hojas que ha soltado el
ficus, estos días de temporal, pueden seguir ahí, también acompañan.)
Vienen bien estas hojas sobre el gramón, las flores del
hibisco. Vienen bien estas horas, estas jornadas largas y casi nada que hacer.
Así nos sabrá a más el tiempo, no demasiado ya, que nos
queda.
Y para este mediodía (“aperitivo
time”), reposando en su barrilito personal, me espera, mientras dormita, el
Oloroso Irene.
Aquí, Chiclana de la Frontera. Despegar… ¿“pa” qué?
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