Es improbable que un mástil sobreviva al asedio
persistente de las aguas salitrosas, a la decadencia inevitable.
Así, el tándem del bricolaje (ampliamente poseído de la
furia renovadora que actualiza las instalaciones y pone todo al día o, por
mejor decir, como los chorros del oro) de camino de la expedición urgente,
adquiere un artilugio de platelmintos que realizará a satisfacción las
funciones previstas.
(Ése era el fragmento surre.)
Ahora nos daremos una pausa más o menos navideña. Y
después de Reyes, ya en el 2014 y Dios mediante, reanudaremos estas entregas
que ojalá encuentren menores motivos para fulminar, siquiera de palabra, a la
panda de desahogados que maneja nuestra
barca.
Salud; y, a lo mejor, una dosis de ley islámica contra
todo tipo de delincuentes.
Pues sí, vista la barca, el capitán y el mástil, salud es lo mejor que se puede pedir. Y después, que cada uno siga inisitiendo en la búsqueda de su propio espacio, su rincon personal de felicidad.
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