Por la “tele” (la “tele” que sea: unas con otras, aunque
unas más que otras, no son gran cosa) emiten un reportaje sobre esos
peculiares, exóticos sectores de la población que se ha dado en llamar “tribus
urbanas”. Con el programa ya empezado, todavía alcanzo a contemplar con horrorizado
éxtasis 10 o 12 ejemplos.
Suponiendo que estos jóvenes, casi todos lo son,
entienden las preguntas del entrevistador (que ya es un poco escasito, claro) y
contestan con un mínimo sentido, aunque visiblemente paupérrimos de lenguaje y
de más cosas, la marca más llamativa que, a la postre, los funde, confunde y
enrasa (contra su obsesivo propósito de singularizarse) es que su principal y
acaso único pensamiento está centrado en la apariencia, en la “imagen”, en lo
que llaman con osadía sus modas, y como mucho en una vaga e insípida, indecisa
adscripción a algunos estilos de música o seudomúsica de consumo.
Buenos para carnavales surrealistas, estos chicos serán
los ciudadanos/votantes de la política que se ejerza el día de mañana. No
todos, espero; digo más, hasta el rebaño de la mayoría me puede parecer menos
inconsistente.
Con un horizonte así, ¿anda el personal preocupado con el
futuro de las pensiones?
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