La ley antitabaco intentó ordenar el
histórico desmadre, aunque quizá sólo de boquilla, ¿ya advirtieron la
tontería?
A día de hoy, las “víctimas” siguen plañendo
en todo lo suyo y los más rebeldes con diversas palabras dicen que se pasan la
tal ley por la faja, que otros, más solemnes, casi parisinos de tanto
“glamour”, llaman arco del triunfo.
Ojalá el tiempo, más tiempo, haga entrar
en razón a los que se inventan la que no tienen y paulatinamente vaya cesando
el cerrilismo en beneficio de la salud y el mejor olor de toda la ciudadanía.
Cosa distinta ha sido la puñalada
trapera de embarcar a la gente de hostelería en gastos de mamparas divisorias,
zonas separadas, etc. y luego echarlo todo por la borda con la desfachatez del “donde
dije digo, digo Diego”, proverbial canallada de nuestros arbitrarios jefes cuya
más reciente vuelta de tuerca, en Asturias, pretende alejar a los fumadores varios
metros incluso de esas marquesinas que venían siendo mini-refugios, premios de
consolación, faenas de aliño.
Todo ese enredo para no permitir que los
locales se dividieran dependiendo de la decisión de los dueños y la libre
elección de los clientes, que parece lo más sensato.
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