En Venezuela prosigue
el problemón. No es necesario entrar en detalles, que ya nos los dan por la “tele”,
etc.
Aferrado a la
poltrona, chorreando grosería, mentiras, cinismo infinito, el amo del cotarro
no se irá ni con agua hirviendo.
Falta ver si
pueden más las naciones que lo denuncian, y la contundencia o tibieza de cada
una, o la colección de afines que, tampoco nos toma por sorpresa, le dan
cobertura y están con su espantosa chulería. También, no nos hagamos los
ingenuos, el papel de las fuerzas armadas que siempre -y en todas partes- van a
decidir en qué queda la cuestión, porque son la razón de la fuerza, cuando otra
ya no hay.
Aquí estamos
como estamos. ¿Han caído Uds. ya, tanto en los matices diferenciales como en
las coincidencias?
Por la
tremenda o con triquiñuelas tan forzadamente legalizadas como impresentables,
con modales que incluyen hipocresía y demagogia al por mayor, qué manía de
darle el revolcón a esas urnas a las que con tanta insistencia se nos conmina,
o aconseja, o compromete a acudir. Para luego remendar con infamia los
resultados.
Los
ciudadanos de Venezuela quizá tengan la horchata menos anestesiada que la
nuestra. Por aquí, en cambio, vamos bien, ¿verdad? La Constitución nos ampara,
y nadie osaría desmontarla, tocarle un pelo, qué va. Pues ¡buenos “semos”
nosotros “pa” que nos chuleen!
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