Tus
valedores, con temeraria piedad, han calificado de “innovador formato” el
previsible, rutinario y adocenado programita que estrenas ahora. Que es lo
mismo que llevas haciendo más de media vida, se ve que es lo tuyo y no era cosa
de atreverse a quién sabe qué tentativas más experimentales.
Eso
no es más que un cierre de filas, una endogamia típica de quienes pretenden
seguir repartiendo entre sí la tarta inacabable de los instalados; ni la
palabra del título (que, consultada en el María Moliner, no me aparece, aunque
la versión “académica” la respalda en el “internete”) queda resultona sino
horterilla y de ocurrencia deleznable.
En
la “tele” que nos infieren, un “magazine”
es un asunto de rellenos variados, de discutible o frívola y nula sustancia,
que se viene repitiendo hace décadas, con decepción frecuente y tozudez
insobornable. Más de una vaca sagrada ha llevado el timón de esas naves y el
invento, deberías saberlo, no da para más ni revistiéndolo de toques a temas de
“candente actualidad”. Como no sea que, esta vez, incorpora un regodeo de
autoplagio que, ya me dirás, roza vertientes tuyas del archivo, remontadas antaño
con admirable e impasible cemento facial.
En
todo caso, apenas un horario distinto, os mueven e intercambian como peones de
un ajedrez que juegan vuestros señoritos, y a todo es conveniente amoldarse si
los honorarios son jugosos, “poderoso
caballero es don Dinero…”
También
te digo que a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga, hija mujer. O ¿dónde
pone que la televisión, ese electrodoméstico, iba a ser otra cosa?
Pionono se congratula sobremanera de que a Vuesa Merced haya agradado tanto el nuevo bodrio.
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