Incluso
si fueren hipotéticas, como ésta, en las controversias, las personas más
apacibles no suelen “ponerse a la altura”
de un oponente injurioso para, en el descenso, no contagiarse del barro. Y
otras veces, consideran que procede responder con el mismo lenguaje de
energúmenos a ese “vulgo necio”, más
que “para darle gusto”, para hacerse
entender.
Así
que si te escuchamos, puede ser que fuese tu propia “progenitora gestante” la que, entre otras presumibles erratas, no
advirtió el “desastre medioambiental”,
lo inconveniente de traer al mundo el engendro que desprendiéndose estaba de
sus instalaciones internas.
Y
algo te pasa, algún desajuste debe aquejarte para tal querencia del artilugio
consolador (que, tan moderna tú, preferirás “satisfayer”);
y para tal rechazo del complemento natural que con frecuencia y con buenísima
voluntad oferente está a disposición y parece ser bien evaluado por las mujeres
que, con dos “deos” de frente, no se
dejan estafar con tus recomendaciones.
A
tiempo estás, que todavía puedes aprender a hablar no siendo loro viejo, para
invertir parte de esa alta nómina que a todos los contribuyentes nos debes, en
unas sesiones de diván que, con suerte, han de recolocar las neuronas más
díscolas de tu empanada.
Extraordinaria visión de una felona
ResponderEliminar