A
veces, cuando hay suerte, puedo reservarme una pequeña sorpresa para el final.
Otras, sólo dispongo de una señal, importante o no que sea.
Pero
cuando empiezas a leer lo que he escrito, ya en las primeras líneas aventuras
conclusiones, deducciones, formulas preguntas impacientes que quieren resolver
el destino, como si fuera siempre un acertijo. Un jeroglífico.
Nos
ha ocurrido en varias ocasiones. Y también te digo que puede que tenga algo de
juego, andar sembrando palabras para esa expectativa, ese carácter
esencialmente joven y curioso que no terminan de destruir las piedras con las
que todos -así es la vida adulta- tropezamos.
No
hay que desanimarse con las piedras. Total, hay un montón. Pero releyendo esto
último, cómo no va a existir un refrán “ad
hoc”: consejos vendo, que para mí no tengo.
Es
la cuesta que cuesta en este enero. Que, por más que se entretenga, el invierno
siempre acude a la cita.
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