Claro
que, teniendo en cuenta que es un político, el ruso Putin no iba a ser de fiar.
Y que en cualquier momento asomaría (ya lo hizo antes) el “talante” (¡ay, ZP!)
de jugador/agresor de ventaja.
Pero
convenía, a nuestras “democracias avanzadas” de Occidente, Europa y así, hacer
la vista gorda para negociar con él las dependientes cuestiones materiales y
materialistas que necesariamente tuvieron que aparcar la melindrosa
parafernalia de la ideología socialprogre, esa “peli” que tantos y tan tontos
ribetes tiene de moda extendida con habilidad exitosa de publicistas
convincentes.
Pero
resulta que el ruso viene de lo que viene, rigideces y matonismos de los
comunistas esos que iban a imponer al mundo un estilo, unos métodos y unos
enfoques con los que la dictadura del proletariado “irradiaría” la dicha y la
prosperidad para todos. Descartando en parte los disparates de tal plan, que ya
se ha visto la deriva, lo que Putin también cuestiona, y a su modo, es la
presuntuosa intención exportadora y globalizante (señor, qué “palabros”) de la “moda”
que antes decíamos, que incluye diseños y prácticas disolventes de tradiciones
que él considera intocables o que le sirven de coartada.
Por
la tremenda del armamento o por la intoxicación de las propagandas disfrazadas
de estafador “bienestar”, cada loco con su tema, no salimos del choque, del
pulso, del agotador enfrentamiento entre bandoleros, nunca verdaderamente
interesados en que el puto mundo mejore.
“Buenosnías”.
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