8 o’clock de la mañana:
por la playa de Chiclana,
junto a la orilla del mar
muchas cañas de pescar.
Sombrillas madrugadoras
no muchas, que no es “su” hora.
Gaviotas sobre la arena
como buscando los restos
de la víspera y la cena.
Sin convicción, con desgana
cumplo con el poco ameno,
cotidiano y matinal
“circuito” sacramental,
que intenta la filigrana
de moderar el relleno
de la zona abdominal.
El horizonte previsto
de resultados tangibles
tiene un componente mixto
de expectativa invisible.
Que, a pesar de la insistencia
y la frecuente cadencia,
de momento nada noto
como no sea un remoto
ajuste del cinturón,
un poco los pies cansados
y un tanto decepcionado
el ritmo del corazón.
Desde Asturias,
frenando su silueta
con muy rigurosa dieta,
también contiende Rivaya.
Yo, observador de su furia,
redondeo en estos versos
este destino disperso
de caminante en la playa.
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