Releo
en estos días, de entre otras obras suyas, “A quien conmigo va”, de don Antonio
Gala.
Por
descontado, la lucidez y la puntería en el análisis; la exposición brillante y
amena; la elegancia y riqueza del lenguaje; los matices de fino humor
emboscados, envueltos en una ironía deliberadamente “redicha”; las verdades
contadas con sentimiento. Con ganas y con admiración, mucho aprendemos de este
escritor.
Y
con pesar (la edición, Planeta 1994) comprobamos que los temas (los problemas)
acuciantes permanecen o, peor, han ido creciendo.
Hasta
este 2022. Las perspectivas de futuro (el que viene) no son más alentadoras, al
contrario.
Y
no hay derecho a que nos rompan los sueños, ni lo que pudo ser y debe ser
todavía algo más que un sueño. Que los culpables no se vayan de rositas.
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