Así
ondeaban las banderas, la otra tarde, en el ruedo de Sanlúcar.
Cuando
cesó el silencio del luto y el homenaje, parecía quedarse en el aire un vacío
que estará ahí, en el pueblo, durante muchas tardes todavía.
Fuerte
la emoción, cuando muere un artista grande que tuvo por coordenadas la
maestría, la inspiración, la corrección y más virtudes que cada vez sentimos
cómo desaparecen.
Que
no estarán los tiempos, Manolo. Y tú eras una luz con tu guitarra y tu música.
(Perdóname el atrevimiento y el tuteo.)
Por
lo menos, que igual en tu mudanza aún tenías ganas de mirar, el 5º novillo,
magnífico, hermoso de maneras y comportamiento, brindó, al alimón con el buen
novillero venezolano, una faena redonda cuyo epílogo fue el indulto y la
devolución honrosa al corral; que esas cosas también conmueven, por
inexplicables que parezcamos los de por aquí, ¿no? A ver.
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