Inquieres, Juan del Valle, los motivos
del femenino azul de aquella trova.
Qué te diga, no sé, que satisfaga
esa curiosidad con que divagas.
¿Que era un tiempo de brujas sin escoba?
¿Que el capricho azaroso de una tarde
no se sintió cobarde y a los antojos,
puestos a todo ron, en tal remojo,
cualquier otra expresión también
sirviera?
Aquello, ¿cómo era?
Un trasnocho frecuente; primavera
más que real, soñada, permanente;
la gente que importaba y la otra gente
que el propio ombligo hacía inexistente.
Una zozobra, un teatro en el aire
que chisporroteaba así, al socaire
de aquella logia cuando se mecía,
un día y otro día,
en lúdico vaivén de juventud.
Y a aquel ferviente y bullicioso alud
¿ahora pides motivos y memoria?
Entre los recovecos de la historia
no encuentro lisonjera explicación.
¿Un latido fugaz de una intención?
Probablemente el corazón volcaba
flechas de sobra que el carcaj guardaba
y disparaba a ciegas o a traición.
Aceptado.
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