La
impúdica (no exagero) exhibición de la riqueza por quienes la detentan, se va
volviendo más y más escandalosa por la desafiante y ostentosa actitud de
magnates, sátrapas, estrellas del deporte y el espectáculo, etc. cuyos
lujosísimos delirios son profusamente publicados por la televisión del cotilleo
invasor que hace de ellos muy llamativa noticia.
Quizá
los ricos de toda la vida solían ser en general más discretos. Pero los nuevos,
de tumultuoso aluvión, surgidos con la velocidad y las proporciones gigantescas
de este tiempo de asombros y novedades, andan en el escaparate brillantísimo,
parece que con gusto, alardeando de yates, mansiones, superautomóviles, joyas
vertiginosas y “entrecots” con oro comestible por encima.
Que
no todas esas fortunas faraónicas sean limpias y ganadas con mérito es cuestión
aparte. Pero, a bulto, puede que tanto imprudente estallido no deje en una
duradera, inofensiva e inerme inacción a las multitudes que “all over the world” se debaten en unas
vidas antípodas, colmadas de peligrosas dificultades.
El
recochineo, ¿es sólo obtuso e inocentón? ¿Corto de vista? Los medios que lo
difunden, ¿conspiran en alguna dirección, enmascarados de morbo y frívola
estupidez?
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