No
sé qué infame asesor te hizo creer, Macron, que exhibir esa puerca, hirsuta pelambre
pectoral aumentaría el número de tus fascinados y entontecidos seguidores.
Y
tú mismo, ¡qué ciega vanidad te obnubila! Vale que tu “parienta” (o lo que sea)
te encuentre atractivo a toda costa, que el amor o sus sucedáneos suelen tender
a la más exagerada piedad y luego pasa lo que pasa.
Pero
de ahí a soñar en el centro del ridículo que tu progresía se cotizará mejor con
ese estilo de fotografías es errar con h y sin ella.
Despide
al asesor, tío. Y repara en que De Gaulle se avergonzaría de ti; y en que si
Marine -a la que en vano queréis reducir con los pedorros “cordones sanitarios”,
todos contra ella- compite contigo es porque al menos la mitad de Francia ya
está empachada de vuestros tibios catecismos, de vuestra charlatanería caduca,
estéril y embustera, del timo de la estampita que tan de moda internacional se
ha impuesto hace años y cuya inoperancia es el mejor timbre de gloria que abona
vuestra idiotez maniobrera de payasos.
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