Nada
en efecto ha de temer tu poder “imperioso” (cual caballo piafante del
estentóreo Gil q.e.p.d.) de las marrullerías de guardería envenenada con las
que nutren sus desacuerdos y deslealtades veleidosas esas “ministrAs” novatas
que nombraste, precisamente para que no socaven tu sillón, de firmeza y
anclajes que garantizan con reciprocidad los de ellas mismas.
Duerme
pues, laureado Pedro, con toda la placidez que te permite tu engrasada, por más
que costosa, maquinaria compradora de complicidades. Duerme pues, descansado de
conciencia, a fuer de embustero que no quieres recordar aquello de que esta
cuadrilla “te iba a quitar el sueño”, si la convocabas (como de inmediato
hiciste) en calidad de socios. De compinches.
Que
nada turbe ese delicado sueño tuyo cuya paradójica profundidad halla sustento
en los oropeles e ínfulas con los que contemplas, napoleoncito ante las pirámides,
el resplandor intocable de tu gloria, desde la balaustrada que el Tiempo
erosionador transformará, ay, en mausoleo del más conspicuo de nuestros
trilobites.
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