Difícil,
y eso, siendo Hipocampo, identificar en el internete si es bogavante o langosta
el coprotagonista (felizmente, en la inesperada carambola de aquel percance,
“absuelto” del temido destino en la sádica olla con agua hirviendo) del
bellísimo naufragio del Titanic, tan de nuestra predilección, recreado en el videoclip*
de Dua Lipa.
La
canción “We’re Good”, redonda por los cuatro costados que su círculo perfecto
impide, es de engancharse. Melodía de varios fragmentos diferenciados, con un
verso o frase que se abre de repente en voces de inmediata, automática resonancia
a Beatles, al “More than words” de Extreme, de sentida recordación: es la onda
resplandeciente que desencadenan las neuronas en busca de la endorfina o lo que
sea que busca “el paladar del oído”.
Hay
un trono en la corte de las sirenas que Ulises escuchaba. Bien pudiera ser que
Dua Lipa -cariátide en versión Blade Runner- con la seductora gama grave de su
voz, con el abanico espléndido de sus recursos, se haga con ese trono.
*Recamado de atinados detalles: la pequeña
orquesta “comme il faut” que ameniza
lo que será la última cena; el momentáneo guiño delicioso de la cantante; la
impostada sonrisa “profesional” del camarero, conectada a conveniencia, apenas
franquea la puerta de la cocina, llevando en triunfo el manjar que el comensal
ha seleccionado antes con mirada libidinosa y devorará luego en la mesa con
glotona sensualidad; hacia el final, la dulce penumbra del salón, a punto ya de
inundarse, el mar entrando por los pasillos, recibiendo para siempre el
inclinado escorzo del transatlántico más hermoso de la historia…
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