(No hay mayor confuso que el truquista que
se empeña en fingir que se confunde. Y en tal caso no merece la pena
desperdiciar la pedagogía.)
¿Quién te asesora el plano relamido,
el encendido color de camisa
y esa circunspección incircuncisa
de postizo marido
que a la portada de Telva se asoma?
El inmediato vacilón, la broma
del estro popular ya te asimila
al humorista Gila,
conferenciando con el “enemigo”.
¿Predicar sin dar trigo
si no es para el apaño de tu banda?
Toda esa propaganda
de artificial, insípido camelo,
se queda en postureos de modelo,
de pelele mirándose el ombligo
al que, como castigo
de su memez congénita y supina,
no han invitado a la reciente “cumbre”
dejando en farolazo tanta lumbre
y tanta imagen y tanta pamplina.
Para ese sanedrín,
eres irrelevante figurín
que no importa un comino:
un prescindible, empachoso inquilino,
una instancia interina
a la que dar naranjas de la China.
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