Tras
el lanzamiento de su colección para invierno, cuyo éxito de crítica y público
no han dejado de reseñar y reflejar y refrendar las más especializadas revistas
del ramo, el diseñador Amalio Pincel concede al semanario “Exégesis” una
entrevista en la que analiza y desmenuza y pormenoriza las motivaciones que
actualmente lo llevan a la decisión de profesar en un convento de Clarisas,
donde confía hallar el recogimiento y la paz que (en la vorágine de su
actividad como renombrado artista de la moda en el calzado) vienen desertando de su equilibrio emocional, en el que
colegas suyos ya habían observado señales de deterioro por lo menos
inquietantes, los dos últimos años.
Interpelado
con la usual e intrépida sagacidad del reportero de turno, Pincel amablemente
reconoce que este sesgo en su vida sin duda pondrá a prueba la continuidad
fecunda de su vena creativa, aunque espera hacer compatible con la regla de la
congregación que le brinda caritativa acogida el desarrollo final de las
postreras páginas del libro que está terminando y que, con el título de “El iglú en los tiempos del covid”, ofrece pautas domésticas para combatir
los efectos del incremento en los precios de la luz eléctrica, tales como la
ingesta frecuente de calditos “con fundamento” y el uso prolongado de esas
botitas de esquimal de color mostaza con forro de borreguito de las que ofreció
cabal muestra en la colección de invierno con la que se despide, ojalá que sólo
provisionalmente, de las pasarelas, y de la cual dábamos cuenta en la primera
de estas líneas tan sin remedio fugaces y perecederas.
Rara avis, este Sr. Pincel. No se por qué me trae al recuerdo a aquel Don Marcial...
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