No hay Lourdes ya ni Fátima posibles
que sepan enmendar con un milagro
lo inocultable de tu decadencia.
Así que el bisturí del cirujano
y los hábiles trucos de la Ciencia
no han encontrado esta vez nada magro
y nada ya que fuera compatible
con la ficción de un último verano
de ese rostro que pareció invencible
y hoy queda en tótem cruel y primitivo.
Nos sobran los motivos,
al contemplar tu perfil descarnado,
para una reflexión de diputado
que dejase el escaño,
al cabo y por los años agotado:
perdemos contra el Tiempo la batalla
y no hay cota de malla
que nos defienda cuando él nos destruye.
Perfil de momia egipcia o calavera
resta de lo que tu hermosura era
y que inmisericorde ahora te huye.
Que al menos nos consuele en este día
ver el alto contraste
de la armoniosa y tierna lozanía
-que ni mácula o tacha la devasten-
con que Tamara 40 cumplía.
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