Incluso
con arritmias,
hay
corazones jóvenes que anidan
en
pechos veteranos.
Y
mostachos que posan sus cosquillas
en
esa caracola de tu oreja
que
cede a la señal de los arrullos
y,
dócil, va y se deja.
Como
cantaba “la” Françoise Hardy
-las
manos en las manos-
no
es lo más baladí
que
escriben estos versos gaditanos.
Y
cuando se termine esta condena
(que
ya mayores nos volvemos niños),
con
el amor que queda en el cariño
haremos
otro pic-nic en la arena
y
ese clásico asombro de unos postres
con
bombones y un agua mineral.
Y
otra jornada, un café conversado
en
una plaza, por El Escorial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario